Adherimos al valor de la palabra en términos de dignidad humana y al derecho de poseerla en propiedad compartida. A disponer de ella y a recrearla desde la propia identidad en cada momento de la vida. También, a la obligación de facilitar que otros la posean. A luchar contra el silencio y a que haya silenciados, más aún cuando se trata de pequeños pues este aislamiento, probablemente, se regenere con mayor fuerza en el futuro.
Asumiendo que disponer de la palabra requiere usarla, imaginamos la AELE como una plataforma de defensa de los espacios con turno de palabra para todos, incluidos los que están aprendiendo, a su ritmo en su propio contexto, a hablar, a escuchar, a leer y a escribir. Espacios que se encuentran en todas las prácticas sociales (y no solamente en el ámbito familiar, a pesar de su importancia). Desde allí, entonces, proyectamos actuaciones que potencien el encuentro de la infancia y la juventud con los textos. Así lo expresan los objetivos que se recogen en los respectivos Estatutos: